lunes, 28 de abril de 2014

JUAN PABLO II, UN SANTO PARA LOS PEDERASTAS



Ilustración: Flavio Cossovel


Los pedófilos pueden estar satisfechos, ya tienen un santo para celebrar el aprovechamiento sexual de los menores de edad gracias a la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana que, como es habitual, continúa su juego de hipocresía ante el mundo mediante la tergiversación de la palabra de Jesús.

Está debidamente documentado y comprobado que Juan Pablo II, a lo largo de su mandato como máximo dirigente de la Iglesia Católica, ocultó y favoreció el abuso sexual a menores de edad por parte de sacerdotes católicos, así como el apoyo y protección incondicional a su amigo el padre Marcial Maciel, cabeza de los Legionarios de Cristo, que ya había sido denunciado por delitos de pederastia ante la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.

El 23 de febrero del año 1997 se publicó en el Connecticut Hartford Courant (periódico impreso en EE.UU.), una carta de denuncia por parte de ocho miembros de los Legionarios de Cristo, acusando a Juan Pablo II y al entonces cardenal Joseph Ratzinger de denegación al acceso de la justicia, para denunciar por actos de pederastia al padre Marcial Maciel. Más tarde, el 17 de octubre 1998, los afectados presentaron una denuncia canónica por estos mismos hechos ante la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe; pero el Papa Juan Pablo II, ya teniendo conocimiento de estas denuncias y de otras tantas, referentes a la conducta inmoral y delictiva del padre Marcial Maciel, el 26 de noviembre del año 2004 le ofreció al acusado su respaldo público en una fastuosa misa por sus sesenta años como sacerdote, con la alabanza de “que estaba colmado de los dones del Espíritu Santo”, mientras que los afectados recibían como respuesta el silencio y el desprecio.

Los hechos arriba mencionados son una muestra de la conducta inmoral de Juan Pablo II y del cardenal Joseph Ratzinger (ahora conocido como Benedicto XVI) que en aquellos días estaba al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y que recibió las denuncias de las víctimas, de violaciones y abusos sexuales por parte de sacerdotes, constituyendo la permisividad y el encubrimiento el proceder delictivo de los más altos dignatarios de la Iglesia Católica. Los casos de pederastia hasta ahora denunciados, durante el papado de Juan Pablo II, ascienden a más de 4.000. Alabado sea el Señor (entiéndase Satanás) y sus representantes…

Ahora, por si no fuera suficiente, Francisco I, el nuevo Papa que profesa un discurso aperturista, demuestra que, con la canonización de Juan Pablo II, en realidad es un hipócrita que fomenta una “campaña de humo” para continuar sin castigar a los pedófilos, con el añadido, a modo de insulto para las víctimas, de un Santo para homenajear dichos delitos dentro de una Iglesia que tergiversa la verdadera Palabra de Jesús.

La Iglesia Católica, con el engaño, la manipulación y la hipocresía, aún continúa manchando la imagen y el nombre de Jesucristo con una serie de actos que representan todo lo contrario de su ideario moral. Francisco I prosigue el camino de sus predecesores, la despreciable senda que oscurece el verdadero mensaje, para seguir tomando el nombre de Dios en vano por medio de la tergiversación de un profeta verdadero. Ya estamos en los tiempos del Apocalipsis y éste será el último Papa de tan execrable religión del mal (ahí se va de la mano con el Islam –perduran gracias al caldo de cultivo de la ignorancia–). Ahora santifican a un criminal dentro de una Iglesia criminal, suponiendo que así serán todos sus santos: simples imágenes de ídolos paganos para adorar.

Levanto la voz porque no puedo ser partícipe de la hipocresía que inunda muestro mundo, más cuando se valen de la religión para aprovecharse sexualmente de los niños indefensos, mientras que los culpables no son castigados. Ahora un delincuente, como es Juan Pablo II, es canonizado como símbolo de la degradación moral que siempre ha guiado los pasos de la Iglesia Católica, esa Puta de Babilonia que no hizo nada más, a lo largo de su historia, que apropiarse groseramente del mensaje y la imagen de Jesucristo, para, con tal manipulación, ofrecer una versión falaz y degradada de dicho profeta.

Ahora Juan Pablo II es el santo de los pederastas, y así será recordado por siempre. Amén.

Pablo Paniagua, a 26 de abril del 2014.


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